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Cuando tenía 15 años, ya llevaba algunos meses teniendo mi periodo, el cual era regular y con un flujo abundante, pero yo no conocía estas descripciones. Así que me colocaba toallas normales, ese día tuve que ir al colegio, todo parecía estar bien, pero ya casi en las últimas horas de clase, dimos una prueba y debíamos salir hasta que termine el resto, yo me sentía un poco extraña, el flujo parecía no parar, pero no le di importancia, pensé que las toallas que me había puesto absorberían todo. Me senté en una banca con mi amiga a esperar.  

Cuando la licenciada nos llamó para que entráramos todos de nuevo al aula, me levanté y una compañera que venía detrás, me avisó que me manché, la falda era a cuadros y estaba manchada. En ese momento me sentí mal, tenía mucha vergüenza, sentí que era mi culpa, pero no sabía mucho del tema. 

Mi amiga me acompañó a pedir ayuda a la casa de las monjitas, ellas me prestaron una falda, me cambié y guardé la otra falda que tenía con una gran mancha roja. Ese día solo quería que sonará pronto el timbre para poder irme a mi casa y olvidar lo que había pasado. Pero al siguiente día, en la formación, antes de entrar a las aulas, mis compañeras me veían raro, como que no se querían acercar a mí; me sentí mal, fue como si tuviera una enfermedad contagiosa y que si se acercaban se les pegaría. En esos tiempos yo era algo ingenua, no sabía que eso le podía pasar a cualquiera, no conocía los tipos de toallas, ni cómo saber cuándo vendría mi periodo, así que no estaba muy preparada.  

Pero luego ese recuerdo feo, se fue convirtiendo en aprendizaje, ahora que sé que tengo un flujo abundante, uso toallas más largas y con mayor capacidad de absorción como las de Nosotras, y así no he vuelto a tener inconvenientes como ese, además he aprendido a colocar las toallas de mejor manera para evitar derrames, tener un calendario en mi celular para conocer la fecha de mi próximo periodo y llevar toallas de repuesto en mi mochila. Estas son ideas que si tienes flujo abundante, te pueden funcionar.  

Lo que con más alegría recuerdo de ese día fue a mi amiga que me ayudó y que no tuvo la reacción del resto, que trató de tranquilizarme y hacerme entender que eso era normal. De esa manera deberíamos reaccionar y apoyarnos todas ante una situación como esa. Así que cuando alguien se sienta mal por haberse manchado, trata de ayudarle, explicándole que es algo normal, que no tiene de qué avergonzarse o porque sentirse mal.  

Y puedes contarle la historia mía, entre todas nos reímos y aprendemos de Nosotras.  

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