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14 de Junio
La creencia de que el sexo solo tiene fines reproductivos quedó hace muchos años enterrada en el pasado, y menos mal, porque gracias a eso lo hemos aprendido a disfrutar de muchas maneras. Solas o en compañía, con o sin juguetes, cuidándonos o buscando quedar embarazadas. Cada una tiene el poder de decidir lo que prefiere y de entender que la sexualidad va mucho más allá de la genitalidad.
Sí, como lo lees, la sexualidad va mucho más allá de la genitalidad, y además es mucho más que un acto compuesto de respuestas fisiológicas. En este punto te estarás preguntando cómo es posible que los órganos sexuales no sean los más importantes a la hora de tener sexo, pero la respuesta es muy sencilla y es porque hay un órgano muchísimo más importante: el cerebro.
El cerebro puede considerarse un órgano sexual, porque es allí donde se origina el deseo. Todo lo que soñamos, lo que sentimos, lo que decimos y lo que deseamos es procesado en el cerebro. Es por eso que tenemos la capacidad de excitarnos no solo teniendo relaciones sexuales, sino también recordando encuentros, pensando en ciertas personas o leyendo relatos eróticos. Piénsalo bien, con ninguna de estas acciones estás estimulando tu cuerpo, solo tu mente, y con eso basta para sentir placer.
La penetración puede llegar a ser muy placentera, pero no es fundamental ni es lo único que compone una relación sexual. Los seres humanos buscamos otro tipo de estímulos que se relacionan mucho más con el cerebro que con otro órgano. ¿Necesitas ejemplos? Caricias en la espalda, gemidos al oído, cumplir fantasías, imaginar escenas o tapar los ojos son solo algunos de los estimulantes sexuales no genitales por excelencia, pero hay muchos más por descubrir y cada persona desarrolla los suyos.
Sin duda alguna y sin temor a equivocarnos podemos afirmar que el cerebro es el órgano sexual más importante, porque entendemos que la sexualidad va mucho más allá de la penetración o de realizar 3 o 4 posiciones que se sientan cómodas. Como seres humanos no buscamos solo comodidad y muchas veces tampoco buscamos reproducción.
Buscamos placer, buscamos liberación, intimidad y buscamos un montón de sensaciones que solo podemos encontrar gracias a la consciencia que tenemos de nuestra existencia y de nuestras emociones, y que no sería posible sin el desarrollo evolutivo por el que ha pasado nuestro cerebro para llegar a tener el órgano maravilloso y avanzado que tenemos hoy.
Las personas contamos con múltiples mecanismos para incitarnos al placer sexual, para seducir, para provocar, para gustar y simplemente para jugar. Cuando hablamos de sexualidad en pareja existen las caricias y los besos pero también las palabras, los gestos y las insinuaciones que hacen que todo sea más emocionante, y es aquí donde experimentamos la importancia de la estimulación cerebral.
Es gracias al lenguaje, la recreación y la imaginación que un encuentro sexual puede llegar a ser toda una explosión de sentidos y de sensaciones, pues el placer también se logra a través del tacto, la vista, el olfato, el gusto o la escucha, o una combinación de los cinco. Todo esto refuerza la simple sensación física y la lleva a un nivel más alto, enriquece la experiencia compartida y la hace aún más deseable.
Te damos otro ejemplo práctico: dos personas pueden rozar tu hombro de la misma manera sin ninguna intención, pero una de esas personas es el chico que te gusta. Aquí la sensación es diferente, ¿no? Tu cerebro procesa de manera distinta el mismo estímulo, y el placer viene más de la manera de procesar ese roce que del roce como tal.
Básicamente, unas partes del cerebro se encienden, otras se apagan y a su vez se liberan varias hormonas relacionadas al placer y la felicidad, pero mejor veámoslo por partes:
El sistema límbico, que es la región del cerebro encargada de los impulsos físicos y el procesamiento emocional, aumenta su actividad durante el sexo.
Algunas zonas de la corteza cerebral encargadas del razonamiento superior (como las decisiones complejas y analíticas) disminuyen casi totalmente su actividad, es como si dejaran de funcionar, al igual que la región que implica los juicios sociales y la consciencia. Por eso, el sexo es una actvididad liberadora más emocional que racional.
Cuando tenemos sexo se libera principalmente dopamina, conocida también como la hormona del placer, que responde a los estímulos y recompensas, y también es muy importante para realizar funciones motoras y cognitivas.
También oxitocina, hormona que rige comportamientos sociales, sentimentales y patrones sexuales. La oxitocina puede incluso llegar a tener efectos analgésicos, y es por esto que el sexo puede ayudar a aliviar o al menos disminuir ciertos dolores.
Por otro lado, se libera serotonina, hormona que ayuda a mejorar el sueño y el estado de ánimo. Por lo que tener unas relaciones sexuales placenteras puede ayudar a reducir el estrés y hasta mejorar la memoria. Suena muy bien, ¿no?
Y por último tenemos a la noradrenalina, encargada de activar el sistema nervioso simpático y por ende aumentar la excitación, la energía y la atención. De los efectos de esta hormona nacen algunos estereotipos sobre estar enamorado como la pérdida de apetito y la falta de sueño.
No todo puede ser color rosa, sabemos que cada persona es diferente y por ende puede tener también reacciones diferentes. Algunas personas, especialmente mujeres, tienden a llorar después de tener relaciones sexuales. Esto es completamente normal y tiene varias explicaciones, así que si este es tu caso, te invitamos a leer este artículo en el que hablamos a profundidad sobre el tema.
El orgasmo se caracteriza por muchas respuestas fisiológicas, como las contracciones rítmicas de la vagina, el útero, los músculos pélvicos y el ano, pero el órgano que controla si hay o no un orgasmo es el cerebro en compañía de todo el sistema nervioso, pues gracias a él es que los impulsos que sentimos son procesados.
Un gran ejemplo de esto es el clítoris, un órgano ubicado en nuestra Zona V que tiene más de 8.000 terminaciones nerviosas y su única función es producir placer. Sin estas terminaciones nerviosas y los neurotransmisores que hacen llegar estos impulsos al cerebro, el placer no podría ser procesado y tampoco experimentado por más estimulación que haya en el clítoris. Por fortuna sí las tenemos, así que imagina todo lo que pasa en tu cerebro cada segundo con más de 8.000 impulsos al tiempo, ¡es una locura!
Otro factor por el que el cerebro es fundamental a la hora de tener un orgasmo es el pensamiento. Si tu cuerpo está teniendo relaciones sexuales pero tu mente está en los pendientes que tienes para mañana, o estás pensando que la persona con la que estás no te gusta lo suficiente, lo más probable es que no tengas ningún orgasmo, así que no te presiones ni permitas que te presionen a hacer algo que no quieres.
El sexo empieza con el deseo y el deseo viene del cerebro, así que aprende a conocerte y a disfrutar de algo que es solo tuyo: tu sexualidad. Vívela como más te guste y hazlo de manera libre y responsable. Cuando logres conectar tu cuerpo con tu mente y entiendas el funcionamiento de tu cerebro, tu disfrute no tendrá límites.
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