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14 de Septiembre
La relación madre e hija es uno de los vínculos más profundos y complejos que hay. Es normal que con el tiempo esta conexión se vaya transformando, por eso Valentina Reyes, Psicóloga Especialista en Evaluación clínica y tratamiento de trastornos emocionales y afectivos nos hablará más sobre este importante tema.
Definitivamente la relación madre e hija es un lazo que se empieza a nutrir desde que la bebé está en gestación. Pocos vínculos pueden llegar a ser tan intensos y a la vez complejos como el de una mujer que educa a su niña.
Se convierte en un pilar diario, en un refugio, una cómplice, y en el mejor de los casos, es la mamá quien ejerce el rol de ofrecer la libertad que la hija necesita para encontrar su propio camino en la vida.
Cualquiera de nosotras, sea madre o no, llevamos intrínsecamente las consecuencias de la relación que hemos tenido o que tenemos con nuestras madres. Si nos han transmitido mensajes positivos, por ejemplo, del cuerpo femenino, eso lo veremos reflejado en nuestra autoestima.
Las enseñanzas de una madre siempre formarán parte de una guía que repercute tanto en nuestra salud física como emocional.
Se puede decir que la relación madre e hija, está diseñada de una manera estratégica para ser una de los vínculos más positivos, comprensivos e íntimos que tendremos en nuestra vida, aunque no siempre suceda así y empiecen a existir algunos choques entre ambas.
La relación madre e hija es un camino de autodescubrimiento para ambas en el que pueden nacer ciertos choques.
Suele suceder que la madre ve reflejado en la hija su propio ideal y quiera reparar algunos conflictos internos a través de ella, mientras que esta empieza a responder con base a ciertas expectativas ya sea consciente o no de ello.
Se preguntarán entonces, ¿cuándo se empiezan a vivir estos choques? La verdad es que es posible identificar dos etapas: en la primera infancia, de tres a cinco años y en la pubertad o adolescencia, porque son periodos en los que la propia identidad se forja y hay una vulnerabilidad emocional en el proceso.
Cuando se es niña, tendemos a ver a nuestras madres con ojos de completa admiración. Son el significado de refugio y mujer poderosa, pero cuando empezamos a crecer y somos más conscientes de nuestra realidad, nos damos cuenta que nuestra madre tiene menos poder o autonomía frente al mundo de la que pensábamos.
Esto lo que hace es que entre una decepción creada por las expectativas y eventualmente puede traer rebeldía como mecanismo para reafirmar nuestro propio valor como mujeres.
Como ya lo hemos hablado, todo cambia con el paso del tiempo. Cuando la niña se vuelve madre, la relación pasa de una etapa de competencia a una de reparación en la que la hija vuelve a ver con ojos de admiración a su madre y la busca con la intención de aprender de su experiencia como mujer y como mamá.
Es importante aclarar que ante todo lo que se ha hablado existen excepciones y que cada relación madre e hija se puede desarrollar de manera diferente.
Cuidado con las expectativas: recuerda que ambas son seres humanos, con sus sombras y aspectos a mejorar. Cuando somos conscientes de mantener a raya las altas expectativas en la relación madre a hija, se puede tener un sano desarrollo de ambas personalidades sin abrirle espacio a la decepción.
Deja a un lado las críticas: independientemente de la edad, como hijas siempre vamos a querer sentirnos valoradas como mujeres competentes y viceversa. Lo mejor es identificar las críticas constantes y convertirlas en consejos u observaciones hechas con empatía para no generar choques.
Pasen tiempo juntas: Lo mejor que sucede cuando se pasa tiempo de calidad entre madre e hija, es que logran conocerse, saber lo que esperan de la vida, sus miedos, necesidades y motivaciones. Con este conocimiento de por medio habrá una conexión de entendimiento muy especial.
Pon límites: que el lazo sea profundo, no quiere decir que se permita todo entre ustedes. Cada una tiene sus responsabilidades, intereses y tiempos por eso es sano que ambas establezcan límites sanos de relación y respeto.
Ninguna relación interpersonal, por especial que sea, es cien por ciento fácil, por eso es muy positivo entendernos en cada etapa que estamos viviendo y esforzarnos por entender a quienes nos rodean, sea nuestra madre o hijas si las tenemos.
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