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12 de Octubre
Una mañana apurada corría por toda la casa revisando que no olvidaba nada para ir al colegio, era un día radiante y activo, vestía calentador para las clases de educación física, además cada día valía la pena porque lo disfrutaba mucho al ser mi último año de colegio.
Después del receso, junto a mis compañeros nos dirigimos a la clases de educación física, terminado el ejercicio, queríamos un largo y recorrido descanso, pero las clases esperaban, terminé rápido el trabajo en clase, así que veía el tiempo pasar mientras compartía una buena charla con mi amigo.
Pero de pronto, el ambiente se puso tenso, sucede que el endometrio se despegaba de las paredes de mi útero provocando que la sangre recorriera el camino hacia un escenario fatal, ¡mi menstruación se había adelantado! No estaba preparada, la preocupación me inundaba mientras armaba un plan en mi cabeza para salir de esa situación tan sangrienta, tenía vergüenza de cumplir con mi plan, pero no tenía opción.
Así que nos pasamos un mensaje entre las chicas hasta llegar a mi mejor amiga, ella sabría cómo ayudarme; una vez recibido el mensaje de auxilio se ideó para recorrer los puestos y tomar el asiento que continuaba después de mí; entonces, a escondidas me pasó una toalla higiénica, pero el problema había crecido, puesto que la sangre ocupaba un lugar en mi silla, ¡qué desastroso!
Por suerte el uniforme era de un color azul muy oscuro, casi negro, lo malo es que necesitaría dos chompas para remediar mi realidad, una para mí y otra para la silla. La preocupación me delató... -¿Qué te pasa? - preguntó mi amigo - Cosas de mujeres - respondí. -Ah, te llegó el mes, ¿verdad? - Sí... -respondí avergonzada. -Entonces, ¿por qué no vas al baño?, pídele permiso a la profesora. -Es que... no me puedo levantar. -Bueno...iré yo a pedir permiso. -¡No! ya va mi amiga, lo que pasa es que... se me ensució la silla y necesito una chompa para poder ocultarlo un momento. -Te presto la mía -dijo, mientras sacaba su chompa de la maleta-. -¡En serio! -exclamé asombrada-, pero se puede ensuciar... -No importa, luego la lavo. -¡Muchas gracias! -dije con una sonrisa. Mientras tanto mi amiga le pidió permiso a la profesora, explicándole la situación.
Guardé la toalla en el bolsillo de mi pantalón, me amarré mi chompa a la cintura, me levanté e inmediatamente coloqué la chompa de mi amigo en mi asiento, salí del salón y detuve las manchas en mi pantalón gracias a la toalla higiénica.
Regresé al aula más tranquila y de nuevo le agradecí a mi amigo, indicándole que me llevaría su chompa, la lavaría y se la traería al día siguiente, él respondió, -No te preocupes, la lavo yo-.
No conocía ese lado de mi amigo, pensé que, al enterarse de mi situación, se reiría, o diría -¡Qué asco!-, pero me alegra tanto que no haya pasado eso. Necesitamos normalizar la menstruación para sentirnos seguras y confiadas.
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